«El erotismo estimula los sentidos de manera brutal e inmediata»: Entrevista a Julia Santibáñez sobre su poemario Eros una vez -y otra vez-

Por María Rascón

Fotografía: Alejandro Hernández

Un día de estos va a ser

el que me quieras,

el que me quieramente

así,

como yo quiero.

1. La niña Julia Santibáñez reconocía en la poesía pequeñas canciones que enseguida memorizaba y recitaba sin mucha conciencia. ¿Qué representa actualmente la poesía para ti?

En parte sigue siendo un juego. Disfruto mucho el baile de las palabras, su estado musical y siempre dispuesto a una vuelta inédita. Al escribir me divierto, me paseo por las tripas del lenguaje y encuentro ahí tesoros descomunales, a veces tan grandes como una caverna, aunque es verdad que a veces no me divierto, sino sufro la escritura. Por fortuna no ocurre demasiado.

2. Es posible que me equivoque, pero creo reconocer en la portada de Eros una vez -y otra vez-, publicada por Textofilia, a un dios de los enamorados fracturado y sin alas, ¿podrías hablarnos un poco acerca de esta imagen?

La portada fue una propuesta de la editorial y de arranque me gustó mucho: me remite a una figura clásica con cierto desgaste, añosa, pero sólida. Creo que así es Eros entendido como temática, más que como personaje: la especie humana lleva muchos siglos de escribir sobre deseo y hartazgo. Como se trata de uno de los asuntos más antiguos en el arte, cualquiera diría que es terreno agotado, pero al mismo tiempo siempre presenta ángulos vitales. Es susceptible a nuevas exploraciones.

3. Eros una vez -y otra vez- parece, a primera vista, un libro de cuentos, sin embargo, se trata de un poemario. El título nos promete poemas amorosos, haciendo alusión al ya mencionado dios de los enamorados. Un anuncio erótico además. Esta es una pregunta difícil para todos, pero ¿cómo definirías tú al amor?

Es un riesgo porque te va la vida en él, implica quitarte la piel y entregarla a la persona amada, quedar vulnerable y hasta en ridículo, pero feliz. Es una ficción, porque nunca nos enamoramos de una persona, sino de la imagen que construimos sobre ella. Don Quijote lo dijo bien: “bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta […] yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la deseo […]”. Y es un adrinalinazo, porque sabes que en algún punto te vas a estrellar con la pared, pero igual metes el pedal a fondo, porque no tiene sentido vivir cuidándote.

4. En una de tus entrevistas contaste cómo solías estirar las palabras y jugar con ellas. En tu poemario aparecen no sólo figuras imposibles de traducir a otros idiomas, sino palabras nuevas, vocablos que yo consideraría verdaderas aportaciones a la lengua española, como en el caso de “infinitarme contigo”, para hablar de ser eterno con alguien más. “Engorilada” es otro ejemplo. ¿Qué puedes contarnos al respecto?

Decía que me divierto al escribir, las palabras son mi juguete favorito. Y no me conformo con las que hay, siempre busco nuevas o le escarbo un filo a las ya existentes. Una forma desconocida que obligue al lector a fijarse de nuevo en qué dice ahí. Creo que es parte de la riqueza de la poesía, estirar los márgenes del lenguaje. Me interesa pedirle al lector que me acompañe a descubrir las infinitas posibilidades del idioma.

5. A pesar de ser un tema tabú, todas las personas somos seres sexuales, tenemos la necesidad de unirnos físicamente, de experimentar placer y ternura. Cuéntanos por qué decidiste trabajar bajo el estímulo de las ideas eróticas.

Es de los terrenos más pantanosos para escribir, porque se ha dicho tanto que resulta fácil caer en el lugar común, andar por el caminito del bosque que de tan transitado ya casi se volvió una carretera. El erotismo me interesa en ese sentido, por el reto que comporta: ¿de veras puedo decir esto creativamente?, ¿puedo aportar algo aquí? Y está, claro, la potencia del erotismo, su imponerse por temporadas en mi vida: cuando me enamoro, me tiro al fondo y sin paracaídas. Me pregunto por qué es así y encuentro que la recompensa es descomunal: sentirme absolutamente viva, sin posibilidad de duda. Afirmarme en el día de hoy.

6. Los animales han tenido desde siempre matices simbólicos importantes. En su estado salvaje pueden representar la parte más primitiva del ser humano, el instinto carnal y otras conductas innatas, inconscientes. En tu opinión, ¿qué papel juegan los animales, la fábula, en tus poemas amorosos?

Me resultan tremendamente interesantes, me intrigan mucho. Son reacciones en estado puro, inteligencia sin instrucción evidente. Aparecen a lo largo de mi poesía especies comunes en la ciudad, como gatos, distintas aves e insectos, más las cabras (que son mi animal totémico, tanto en el horóscopo occidental como en el oriental y me encantan por necias). Me pasa con frecuencia que no sé entender lo que pienso, pero al analizar la conducta de un animal encuentro luces que de otro modo no hubiera tenido.

7. Otro elemento simbólico que llama mi atención en tu obra es el alimento, la sustancia nutricia vinculada al erotismo a través de tus palabras, la fruta que nace del romance, el cuerpo lleno de jugo, la espalda tártara, el mousse con cereza dulzona de tetilla. ¿Cómo te aproximas a estas imágenes?, ¿cómo se despiertan en ti?

Solemos tener abotagados los sentidos, pero el erotismo los estimula de manera brutal e inmediata. El cuerpo es mi principal asidero de la realidad, dado que no creo en un más allá, y es justamente a través de lo que huelo, toco y pruebo como me acerco a ese otro, aquel con quien comparto la cama o el deseo. Ahora, la “espalda tártara” y el “mousse con cereza dulzona de tetilla” pertenecen a un poema crudo (en sus dos acepciones): el amante imagina comerse al objeto de su amor para tenerlo consigo. Ese poema, por ejemplo, nació de escuchar la expresión “te quiero horrores” y verla literalmente: ¿cómo sería amar con horrores? Las palabras y frases de todos los días esconden muchas posibilidades de poesía.

Fotografía: Alejandro Hernández

8. La guerra y las armas son una más de tus herramientas simbólicas. Arrojar el fusil, enclavar el puñal muy adentro, abrirle la puerta al enemigo y convertirse en Troya, tener el cuerpo tenso, como un arco bien dispuesto y los misiles en el clóset. Dormir acariciando el botón rojo. ¿Qué tan parecido es el amor, el placer, a la lucha?

Es muy parecido por la intensidad que conlleva, porque el sexo pareciera un combate entre contrarios y los gemidos se asemejan a los de alguien moribundo. De hecho, se trata de un tópico con cientos de años de vigencia. Ya en el siglo XIV, Petrarca le escribía a su “dulce enemiga”. Me gusta explorar temas clásicos y darles la vuelta, hacer que hablen en el lenguaje del siglo XXI. Los encuentro muy ricos.

9. Dejando de lado los símbolos, creo que en Eros una vez -y otra vez– hay algo de libro objeto, versos de opción múltiple, incluso la posibilidad de que el lector inserte el poema de su elección, el que más convenga a los epígrafes que escogiste. Me pregunto si en Julia Santibáñez existe también una faceta de artista plástica.

Me encantaría decir que sí, pero no. Admiro muchísimo la plasticidad (en especial me interesa ahora el collage artístico), el dibujo, la escultura, pero mis manos son torpes. Lo que sí puedo decir es que para mí la poesía no se queda solamente en palabras, sino que a través de ellas busca echar mano de otras artes: acordes musicales, estampas plásticas, pasos de danza.

10. Por último, quisiera saber qué nuevos proyectos se avecinan, en qué te encuentras trabajando actualmente. ¿Hay alguna idea que no puedas sacar de tu cabeza?

Estoy escribiendo poesía y puliendo poemas, como siempre hago, aunque ahora con mucho más énfasis en la forma, en las vocales de cada verso, en la música que produce una “a” repetida en contraposición a una “o”. Esa exploración me tiene loca, fascinada.